domingo, 19 de enero de 2014

Sexo, mentiras y vídeos


Hace unos días vi un documental titulado "Tales from the Jungle: Margarte Mead" de la BBC, creo, del año 2007 (lo pueden ver en  en seis cachitos). Por lo que me he podido enterar, se trata de una versión de otro titulado "Margaret Mead and Samoa" de 1988 de Frank Heimans. La verdad es que no me he ocupado mucho de contrastar y verificar fechas. Digo esto por curarme en salud y porque tampoco nos interesan aquí estos detalles. Trata sobre el famoso y casi sangriento debate Mead / Freeman. Margaret Mead y Derek Freeman estuvieron ambos en Samoa, sin embargo llegaron a conclusiones diametralmente opuestas. Sin entrar en detalles, solo diré que aquí se trataba de algo más que de unas divergencias entre autores y que lo que se estaba representando era un debate de mucho calado: ¿es la cultura o la naturaleza la que determina el comportamiento humano? Nurture versus nature. 


Este caso es, cuanto menos, curioso, ya que raras veces llegan los debates antropológicos a las calles, y este lo hizo a fondo. Al menos esto fue así en EE. UU, donde Margaret Mead es considerada una especie de heroína nacional y adalid del nurture. Aún recuerdo a mi amiga estadounidense Maxinne cuando en los 90 hablaba muy vehementemente del tema y se ponía como una granada defendiendo a Mead, representante de tantos valores progresistas. Y es que Mead fue convertida en el estandarte de quienes defendían que somos lo que somos debido al contexto (cultural, social, etc.). Con su obra germinal "Adolescencia, Sexo y Cultura en Samoa" (1928) demuestra que no es natural que lxs adolescentes estadounidenses sean insufribles y también las tesis de su mentor Franz Boas, rabioso oponente del biologicismo (tan popular y dañino en aquella época).

Si alguien pensó que este debate se superó en aquel entonces, se equivoca. Cinco años después de la muerte de Mead y 55 años después de la publicación de su libro, Freeman publicó Margaret Mead y Samoa: la construcción y destrucción de un mito antropológico (1983). El debate de nurture versus nature, nunca enterrado totalmente, resurgió. De esto trata el documental en cuestión.

Habría muchas cosas que decir sobre el documental, entre otras cosas que es un poco tramposo, porque lleva a la espectadora de manera bastante poco sutil de estar a favor de Mead a estar a favor de Freeman. Eso sí, a pesar de entrevistar a reputadxs y conocidxs antropólogxs, deja de lado una gran complejidad de la que, no dudo, dejan constancia muchxs de lxs entrevistadxs en otros soportes. Me van a dejar que mencione aquí a uno precisamente por no estar en el documental: Serge Tcherkézof, antropólogo francés y antiguo colega de mis tiempos en Marsella, recoge este debate en un magnífico libro titulado "Le Mythe Occidental de la Sexualité Polynésienne: Margaret Mead, Derek Freeman et Samoa" (PUF, 2001). Si no lo he dicho todavía, lo digo ahora: no conozco el tema en profundidad, pero me digo que merecería dedicar en algún momento algo de mi tiempo porque el debate, dependiendo de cómo se plantee, cuestiona la propia actividad etnográfica: ¿Que pasa si nuestros informantes nos mienten?

Y es que, al menos en el documental, el tema se plantea en estos términos.

En su última parte se dice sin rodeos que el trabajo de Mead de Adolescencia, sexo y cultura en Samoa está basado en las mentiras que le contaron las chicas de la isla de Ta'u y que para zanjar el debate ahí estaba una de sus principales informantes dispuesta a contarlo todo. Y ahí es cuando en el documental aparece una de las dos cosas que más me llamó la atención: en la imagen aparece una anciana sentada en la yerba, quien fuera informante de Mead, al lado de un señor samoano que le va traduciendo las preguntas que le hace un/a periodista al otro lado de la cámara. La señora dice: "solo estábamos de cachondeo, pero ella se lo tomó todo en serio. Como ya sabes, las chicas samoanas somos unas mentirosas de órdago" (permitánme estas expresiones, ya que de todos modos estoy traduciendo del inglés traducido del samoano). El señor sentado a su lado insiste: "¿Así que contestabais a las preguntas de Margaret Mead con mentiras?". Y, no se lo pierdan, ella responde (o así le traducen): "Sí, no hicimos más que mentir y mentir" (atención a la reiteración, para que no quepa duda).

Así, la señora en cuestión nos confirma que, efectivamente, todo lo que le contaron a Mead era mentira, que lo hacían para divertirse y que la pobre Margaret no solo se lo tragaba todo, sino que hizo de aquellas mentiras lo que luego se convertiría en una obra universal.

Quisiera concretar qué es lo que más me llamó la atención en todo esto: la situación en la que esta mujer decía todo eso. La imagen merece, porque se trata de una mujer mayor en un vestido rosa sentada en el suelo, de modo que no para de recolocar la falda para tapar bien sus piernas en un gesto tan oceánico. A su lado el señor mentado que le hace las preguntas. Y yo digo, conociendo el percal ¿podría esa mujer haber dicho otra cosa? ¿Podría haber dicho "joe, nos lo pasábamos de miedo retozando con los chavales, así que todo era verdad"? No quiero parecer frívola, porque sé que el tema es muy complejo y tiene que ver con una visión de la sexualidad, del parentesco y de la sociedad que no cabe explicar aquí. Pero yo diría que estas palabras y el empeño general samoano (además del de Freeman) por desmentir a Mead mucho tiene que ver con que su trabajo, a su entender, los deshonra (también recogido en el reportaje). De ahí a decir que todo es mentira hay un cacho lleno de complejidad solo abordable en un sesudo estudio antropológico.

En cualquiera de los casos ¿cómo podría coincidir la visión del mundo de unas adolescentes (informantes de Margaret) y la de los hombres de pro de la isla (jefes, entre otros, que eran los de Derek)? Y ante la discordancia ¿quién de los dos tiene el poder para desmentir al otro?

Dejémoslo aquí.

La segunda cosa que llamó mi atención es una frase que podemos oír en la mismísima voz de Mead. Pero de eso hablaré en la siguiente entrada.












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