domingo, 4 de mayo de 2014

"We are faaaamily"


A menudo me apeno de no ser más erudita. Lo digo no tanto por  aburrir y acomplejar a mis compañerxs de conversación o, sin ir más lejos, a mis lectorxs, sino más bien por tener más a mano conocimientos que han ido pasando bajo mis narices a lo largo de los ya casi diez lustros que llevo en este planeta. No es menos cierto que hoy en día contamos con una maravilla llamada Internet, sin la cual no recuerdo muy bien cómo podíamos sobrevivir no hace tanto tiempo (lo tendré que mirar en Internet).

Estos días me estuve acordando de un librito de George Berkeley titulado Tratado sobre los principios del conocimiento humanoy, claro, he tenido que acudir a la Wikipedia para contrastar si lo que de él recordaba era una de las sucias jugarretas de mi memoria de pez, pero parece ser que noSi lo traigo aquí a colación es porque me revolotea en la cabeza estos días y porque su razonamiento me parece, cuanto menos, divertido y más o menos a propósito de lo que hoy les quiero hablar: la familia.


¿Qué tiene que ver el reverendo Berkeley con la familia? Todo lo que yo quiera. A fin de cuentas, si aquel científico loco de Los crímenes de Oxford tenía razón, cualquier secuencia, por muy disparatada que sea, termina por tener su lógica.

Berkeley venía a decir, de manera archi-reducida, que no hay manera de demostrar que la percepción de las cosas a través de nuestros sentidos pruebe su existencia. Es más, dice que "si hubiese cuerpos externos, es imposible que llegáramos a saberlo jamás". Impresionante ¿no?

No me encuentro yo en lugar de afirmar o refutar a tan venerable señor, pero si aquí lo mento es porque si alguien llegó a desconfiar hasta ese punto de sus sentidos ¿no será porque lo que nos hacen percibir no es tan tan evidente? Dejando de lado el argumento radical del reverendo, nadie negará que las interpretaciones tan dispares que se hacen de la realidad no pueden sino hacernos dudar de ellos.

Imagínense que una forastera (pongamos por caso una extraterrestre) se acerca a nuestro barrio y, con la finalidad de integrarse en armonía en la comunidad en la que espera ser acogida, se pone a preguntar a sus nuevxs vecinxs cómo viven, pero no cómo viven "en particular" (cómo es la vida de cada interlocutor/a), sino cómo viven "en general" (¿cómo vive la gente en este mundo, país, pueblo, barrio?). Imagínense que llega el momento en el que les toca hablar de la familia. Si la forastera solo cuenta con los básicos rudimentos del lenguaje, es posible que su vecina, cansada de no hacerse entender, la coja por la mano, la arrastre hasta el banco más próximo y le enseñe el último cartel en el que publicitan las nuevas hipotecas donde aparece el conocido conjunto papá-mamá-hijita-hijito. Y le diga: "esto es una familia".

Como, de todos modos, la forastera no confía plenamente en lo que cree haber entendido, decide registrar la imagen mental del cartel en su disco duro integrado con un pestañeo y contrastarlo con la realidad que la rodea. Después de hacer un repaso a la composición de los grupos de personas que habitan los 40 pisos de su portal, concluye que solo dos de ellos coinciden con esto de la familia y de que el resto viven, posiblemente, desorganizados. La misma vecina que le enseñó el cartel no vive en un grupito de esas características, sino que viven con su nieto y su hermana. Esto es lo que ha visto cuando se ha dedicado a comprobar lo que ocurre de forma "particular".

La forastera, confundida, casi se enfada por la tan poco fiable información que le ha dado su vecina y se pregunta  "¿qué le ha llevado a mi vecina a explicarme cómo se organizan la vida aquí mediante un ejemplo que no se puede generalizar?" "¿Qué son los otros grupitos?" "¿Acaso la vecina tiene un problema con sus sentidos?". No y sí. Oye, ve, huele, etc. perfectamente, pero, como buena humana, también interpreta y las interpretaciones la desvían considerablemente de lo directamente observable (si es que eso existe). Y es que sería agotador (e imposible) tener que interpretar la realidad a pelo. Lo que también le ocurre a la buena mujer es que ha confundido un modelo con la realidad.

Otro problema que tiene nuestra querida vecina es que no pudo encontrar un término apropiado para definir a los demás grupitos (incluido en suyo propio), aunque también puede ser que ninguno de estos grupos le pareciera lo suficientemente representativo para explicar a una forastera qué es la familia. En cualquier caso, yo diría que esas otras realidades que quedan fuera del molde que más o menos definimos por familia, al carecer de nombre casi que carecen también de significado y de realidad. Y es así como nuestros sentidos se las ven y se las desean para poder percibir lo que no se corresponde con una idea, con un nombre.

¿No les parece que si la familia se definiera con un verbo sería mucho fácil englobar a toda la combinatoria que nos ofrece la realidad? En Micronesia ocurre algo parecido. Pero esto lo dejo para otra entrada.

No me parece que haya conseguido hacer ligar a Berkeley con la familia muy brillantemente. Ya ven, lo que queda aquí demostrado es que la erudición necesita algo más que una buena conexión a Internet. Lo tendré que dejar para otra vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario