domingo, 9 de febrero de 2014

Ciencia ficción etnográfica o etnografía de ficción

Como bien reza el nombre de este blog, nada más lejos de mi intención que escribir algo original. Digo original en el sentido de único y diferente de lo que existe en el mundo. Mi pretensión al escribir aquí es, ni más ni menos, que pasármelo bien, porque disfruto escribiendo. La etnografía es un hilo conductor, pero, sin desmerecer la importancia que para mí tiene, no niego que podría haber sido otro. De momento, me permite seguir tirando del carrete y hablar de cosas que están separadas por la razón, pero unidas por el sentimiento (esta frase tampoco es mía). Este es el caso de la ciencia ficción y la etnografía.

Aunque haya quien la considere un género menor (allá ellxs), la ciencia ficción es para mí una de los géneros literarios que más te hace olvidar que estás leyendo recostada en un sofá. Además del placer de la lectura que procura cualquier libro bien escrito, la ciencia ficción te da otra cosa que para mí es fundamental: una patada en la cabeza. Es decir, te hace imaginar, vivir (cuando se es una lectora muy entregada) lo que en nuestro presente y nuestro mundo es imposible. Es ir de excursión a paisajes altamente improbables de la mano de una buena descripción. Y es aquí donde se encuentra con la etnografía.


Ahora el mundo se ha hecho pequeño y conocido; poco o nada nos puede sorprender lo que nos cuenten de remotos parajes. Pero pensemos, por ejemplo, en las primeras descripciones de tierras lejanas, como pudieron ser las de los primeros españoles en América o las de Marco Polo; o algunas menos lejanas en el tiempo, como las del Capitán Cook u otras expediciones de la época; incluso las de Malinowski a principios del siglo XX, solo por mencionar algunas. En un momento en el que era difícil, o imposible para la mayoría de la población, sacar la cabeza de aquel espacio que solo se podía atravesar por medios de locomoción, en el mejor de los casos, mecánicos, escasos y rudimentarios; en el que eran muy pocos quienes que se podían permitir el lujo de adentrarse en tierras remotas; cuando la única noticia que de ellas llegaba era a cuenta gotas, en papel escrito y dibujo, y que no todo el mundo podía leer; entonces, todo cuanto se describía de esos lugares y sus gentes no podía sino ser recibido también como una patada en la cabeza: lo inimaginable, lo imposible, lo prohibido, el horror y la belleza más allá de los limites conocidos.

No tan paulatinamente, hemos llegado a la situación de hoy en día en la que los habitantes de remotas islas nos mandan sus fotos por wasap. De modo que nos es difícil hacernos a la idea del shock que podía suponer para las dos partes de un encuentro de tipo "primer contacto" entre, pongamos, españoles y taínos en el siglo XV. Más o menos, se podría parece a lo que sería  hoy en día un contacto entre inteligencias terráqueas y extra-galácticas.

La ciencia ficción, como la etnografía, describe. Esta nos proporciona relatos basados en la realidad, aquella en la irrealidad. En cualquiera de los casos, para ambas la imaginación es fundamental para poder construir una historia inteligible. Fredric Jameson escribió un magnífico libro sobre ciencia ficción titulado "Archeologies of the future" y, si bien no me gusta nada que me confundan con una arqueóloga (algo que me ocurre a menudo), me parece que el título refleja bastante lo que quiero decir: también la arqueología (esta desde la reconstrucción de desechos) describe. Si hubiera estado más influido por mi disciplina, bien podría haber titulado su libro "Etnografías del futuro".

Ursula Le Guin es, posiblemente, el caso más claro de vecindad entre etnografía y ciencia ficción. No por nada corre sangre de antropólogo por sus venas: es hija del famoso Alfred Kroeber.

En los tres libros que he leído de la vasta producción de Le Guin, sus protagonistas realizan viajes a través de la superficie de planetas extraños, y aprovechan estas excursiones para ir describiendo lo que a su paso van encontrando: naturaleza, gentes, organización social, relaciones de poder y, muy interesante, también de género. Leyendo "La mano izquierda de la oscuridad" una se da cuenta de lo fundamental que es la imaginación para cuestionar lo que nos parece incuestionable: en este caso lo que parece ser un hecho tan ineludible como que las personas sean mujeres u hombres (y digo bien "parece"). Los habitantes del planeta Invierno son hermafroditas y solo durante unos días al mes se convierten en lo que se podría definir como mujeres u hombres. Y, sí, invariablemente, lo uno o lo otro. Todos desarrollan sus correspondientes capacidades reproductivas durante esos días, de modo que pueden ser tanto gestantes como fecundantes, por decirlo de algún modo. ¿Se hacen a la idea?: la tan maltraída diferencia sexual de nuestra especie abolida por un golpe de imaginación.

En lo que se refiere a la cercanía de Le Guin con la antropología, me gusta pensar que Genly Ay, el protagonista de este libro (un terráqueo que los nativos de Invierno consideran una especie de monstruo por estar atrapado en un solo sexo), podría ser perfectamente un antropólogo vista la labor que hace en este planeta y otros.

En otro post, les hablaré de una de las distopías más terroríficas sobre las relaciones entre los sexos donde el mundo se organiza en torno a la idea diametralmente opuesta a la de Le Guin:  es una historia en la que la supuesta insalvable diferencia entre mujeres y hombres lleva a una organización social que es para empezar a gritar y no parar.



2 comentarios:

  1. Genial la conexión que estableces entre la 'ciencia' ficcion y la 'ciencia' etnográfica y me dejas deseosa de leer acerca de esa distopía terrorífica, no se si podrá ser más terrorífica que esa insalvable diferencia entre hombres y mujeres en la que seguimos atrapadxs

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por ahí va la cosa, pero no te adelanto nada para que te animes a leer la siguiente entrada.

      Eliminar