miércoles, 26 de abril de 2017

Calais: disuélvanse


He venido a Calais en un momento extraño: el campamento de Dunkerque se ha quemado, muchos refugiados han sido trasladados a otras ciudades de Francia, y, para complicar el asunto, Le Pen y Macron se disputan la segunda vuelta. Parece ser que todo esto ha pillado a las asociaciones a contrapié, y que la situación está sufriendo una regresión en el sentido de que, ahora mismo, los refugiados que quedan en Calais están más desprotegidos que nunca. Las organizaciones que ayudan a los refugiados están a la espera de ver cómo se desarrolla la situación para decidir qué pasos dar. Así que todo esto está en un impás.


Voluntarios de distintas asociaciones me dicen que la situación actual ha retrocedido diez años. Si se mira la historia de lo que ha ocurrido en la zona, efectivamente, parece ser el caso. La jungla de Calais, con sus 10.000 habitantes, se convirtió en un hogar para muchos. Llegó incluso a ser como una pequeña ciudad, con sus calles, sus escuelas, sus tiendas, sus iglesias. La de Grand-Synthe en Dunkerque, aunque más pequeña y limitada, también. Pero ahora, los refugiados que quedan están a la intemperie. Hay que matizar que los africanos no han vuelto a disfrutar de los lujos de una jungla desde que desmantelaron la de Calais; así que cultivan la sana costumbre de dormir al raso desde hace ya un tiempito.

Una señal de la desasistencia que padecen es que hay muchos menores solos por ahí y no parece existir ningún dispositivo que se ponga en marcha para protegerlos. En el punto de encuentro he visto muchos chavales menores, algunos de 13 años. Las asociaciones los conocen y estoy segura de que les gustaría hacer algo al respecto. Se supone que si te encuentras con un menor, hay que llevarlo a la policía para que se ocupen de él. En fin, a mí es lo último que se me ocurriría. De todos modos, no creo que nadie sea capaz de convencerlos para ir a una comisaría una vez visto el trato que reciben por parte de las fuerzas del orden.

La verdad es que no se lo ponen nada fácil, pero tampoco les dan alternativas. Se ha prohibido distribuir tiendas de campaña u otro material para evitar que se creen nuevos asentamientos. De manera que no hay forma de ayudarlos a tener ningún tipo de refugio, ni siquiera unos plásticos para que se cubran o se protejan del frío y la humedad. La alcaldesa de Calais intentó también prohibir la distribución de comida, pero, afortunadamente, la ley no ha estado de su parte. Entre tanto, Gran Bretaña restringe la entrada de emigrantes, incluso la de menores no acompañados.

Así que, mientras estos refugiados no tengan el buen gusto de volatilizarse, habrá que meterlos debajo de la alfombra. Por la ciudad no se ve ni uno solo, así que me supongo que la policía realiza su trabajo eficientemente. Prueba de ello son los gases lacrimógenos que usaron ayer mismo. Dejo aquí dos fotos de muestra: en la primera foto se ve la explanada donde acuden los refugiados para encontrarse con los voluntarios; en la segunda los cascos de los gases lacrimógenos utilizados ayer a la noche en esa misma explanada. Me supongo que hacía falta disolverlos, no sea que fueran a romper la piedra esa.
¿Dirá la poli francesa eso de "disuélvanse"?

Con lo que llueve por aquí, me temo que los pobres van a terminar disolviéndose como azucarillos (que sería el sueño de unos cuántos).

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